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Curas milagrosas, ética miserable‏

Por Francisco Montfort Guillén

De la vida rural a la urbana. De la vida doméstica a la emancipación. De la cocina como centro productor de alimentos y reproductor de la vida, a la asepsia culinaria de hornos para calentar alimentos procesados. Del consumo esporádico de la comida sintética en los aviones a su consumo diario en casa. De la invención de enseres domésticos y su producción y compra masivas para facilitar el trabajo culinario y liberar el tiempo de las amas de casa, a su abandono en la vida urbana por la falta de tiempo de las mujeres que trabajan la famosa doble jornada. De la libertad de vivir feliz con nuestra apariencia física a la obligación de asemejarnos a las figuras superesbeltas de modelos de modas y artistas. De la necesidad de usar cremas, perfumes y cosméticos para proteger los rostros y los cuerpo de los efectos del medio ambiente a la obligación social de consumir productos de belleza y de cuidados personales para estar a la moda e incorporarse en el status social dominante. De los kilitos de más como símbolo de felicidad y buena salud al escarnio y rechazo por la obesidad y al sufrimiento de enfermedades del sobrepeso tanto físicas como psicológicas. De la investigación científica para cuidar y mejorar la salud a la búsqueda inescrupulosa de grandes ganancias con la venta de medicamentos. Estos y otros procesos, estas transiciones que han modelado nuevas formas y estilos de vida en las sociedades contemporáneas han creado un complejo de actividades sociales, políticas y económicas que determinan tanto el nivel y calidad de vida de las personas como los ritmos de crecimiento de sectores clave de las economías nacionales e internacionales.

Las triadas buena alimentación/salud/belleza y malnutrición/enfermedad/fealdad  han sido fundidas en una red compleja que entrelaza tanto a la investigación científico/tecnológica y el cuidado de la salud, como las industrias de la moda, alimenticias, estéticas, deportivas, de comunicación/información, del espectáculo y del ocio y diversión. Todas estas actividades, por separado o unidas, constituyen una preocupación para casi todas las personas en las sociedades de todos los países. Y en virtud de su importancia, los gobiernos responsables de la salud pública de las personas y de la economía han tenido que ampliar sus actividades, tal vez invadiendo esferas de decisiones privadas, pero con la obligación de velar por el bien común. Por su importancia en la morbi/mortalidad de las poblaciones bajo su mando, las autoridades municipales, estatales y federales están obligadas a redefinir el concepto de salud pública y diseñar políticas gubernamentales que regulen mercados que, por el momento, transgreden las normas establecidas y los más elementales comportamientos éticos.

El nivel de pobreza más bajo, definido como estado miserable, es el que mantiene a las personas sin capacidades económicas para allegarse la alimentación adecuada. Y este problema será permanente si continuamos pensando que su solución depende por completo de los programas federales de asistencia. La política alimentaria debería ser la primera de todo gobierno municipal y estatal y constituir la base de sus políticas de salud pública. Unos investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, publicaron en el semanario científico Brtish Medical Journal los resultados de una larga investigación con la cual demuestran que la dieta de los tres primeros años de vida de los infantes resulta crucial para el mejor desarrollo del coeficiente intelectual de las personas. Una dieta poco sana, con altos contenidos en grasas y azúcares, consumida entre los cero y tres años de vida, influyen de manera determinante en las conductas alimenticias de los adultos. Los investigadores concluyen: los efectos cognitivos relacionados con los hábitos alimenticios en los primeros años de vida podrían persistir aunque se cambiara la dieta (posteriormente). ¿Qué sucede con nuestros infantes? Las investigaciones hechas por la SEDESOL arrojan resultados conmovedores. Los niveles de anemia por desnutrición son, a pesar de sus esfuerzos, todavía muy altos. Y los niños desnutridos no llegarán a desarrollar al máximo sus potencialidades intelectuales y físicas. Desde la base social actual, resulta hasta un insulto hablar de la incorporación de México a la llamada sociedad del conocimiento.

¿Qué estamos comiendo? se pregunta José Sarukán, ex-rector de la UNAM, al dar a conocer las cifras estimadas de la Administración de Medicinas y Alimentos, de Estados Unidos, sobre los "cerca de 12 millones de kilos de compuestos activos de antibióticos utilizados anualmente en la industria animal, sólo como elementos preventivos de enfermedades, no para curarlas" en 2001, y 14 millones en 2009. (El Universal, 4/02/2011). En México carecemos de la información precisa sobre estos problemas que también afectan la industria alimentaria de frutas y verduras, todo lo cual provoca serios costos de salud pública. El problema es sumamente complejo, pues la demanda de alimentos crece conforme aumenta el poder de consumo de las clases medias y la producción masiva alimentaria es una exigencia inevitable. Requerimos de más alimentos, pero también de comidas más sanas.

En México se ha regulado tardíamente la venta indiscriminada de antibióticos, como tardía ha sido la reacción de las autoridades frente a la venta seductora de los productos milagro, con una de las publicidades más seductoras, creativas y efectivas que han logrado manipular a millones de mexicanos para que consuman dichos productos milagrosos. El ejemplo paradigmático, que se mueve en los linderos de la ilegalidad y dentro del fango de la falta de escrúpulos, es el caso de la empresa Genoma Lab. En realidad no es un laboratorio fabricante de productos para la salud ni para el cuidado personal. Sólo produce QG5, medicamento originalmente descubierto y elaborado por el IMSS, y el X-Ray y el X-Ray Dol. Su portafolio sin embargo, está compuesto por más de 430 artículos. En realidad Genoma Lab es "una fábrica de marcas combinada con una agencia de publicidad y decorada con la operación de una comercializadora de productos...". No produce medicamentos, pero si anuncios comerciales. En 2009 fue la empresa mayor anunciante en el país, con más de 175 mil anuncios en tv, revistas, radios y periódicos... Genera cuatro comerciales diarios. El área de producción y postproducción es más grande que sus laboratorios y cuenta con un foro televisivo de 5,247 metros cuadrados con la capacidad de lanzar un comercial en tres días... Realiza entre 300 y 400 estudios de mercado al año lo que les da la capacidad de diferenciar completamente sus anuncios... ¿Resultados y sofisticación tecnológica?... ¿"Por qué sale una úlcera explotando (en un anuncio de Unigaztrosol, producto auxiliar para la gastritis)?. Porque esa úlcera dio un incremento (en ventas) al 200%... Han perfeccionado a tal punto el monitoreo de sus anuncios y resultados financieros, que son capaces de relacionar una palabra o una imagen que se muestra en un comercial con el aumento o decremento de las ventas de sus productos... Su fuerza de mercado legal está en el llamado OTC, es decir, Over The Counter, los medicamentos que no requieren recetas médicas, en que habían conseguido de la COFEPRIS un acuerdo para obtener permisos fast track y en las ridículas sumas que pagan por violar las leyes mexicanas. Su dueño/gerente se ufana de menospreciar las críticas y las multas que les impone el gobierno. Cuando Miguel Ángel Toscano canceló ese trato y metió orden en el sector, fue el socio principal de Genoma Lab el que se encargó de recordarle quiénes mandan. En efecto, Televisa es el principal socio de Genoma Lab, el que se encarga de castigar y arrinconar a los funcionarios que pretenden frenar sus abusos y le ofrece, además, los rostros femeninos famosos para seducir consumidores incautos: Thalía, Adela Micha, Lolita Ayala, Rosy Mendoza y quien sea necesaria. (Expansión, 14-20 de febrero de 2011).

El complemento de esta situación es el auge de las llamadas terapéuticas alternativas. Muchas de ellas sólo sirven para calmar las neurosis, sobre todo femeninas. En realidad existe muy poca seriedad terapéutica en estas curas igualmente milagrosas. En Estados Unidos día con día se aceptan los aportes y sobre todo la concepción sistémica de la acupuntura, inclusive en el ámbito de la odontología. En México la herbolaria sigue funcionando aceptablemente bien, aunque en general estas alternativas de curación pueden aliviar, pero muy pocas de ellas sirven para curar, es decir para solucionar problemas en el largo y sinuoso camino del proceso salud/enfermedad/estética personal.  
Miguel Ángel Toscano, responsable de la Comisión Federal para la protección Contra Riesgos Sanitarios, intenta modificar el reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad para regular los anuncios, usos y abusos de suplementos alimenticios, medicamentos, remedios herbolarios, servicios de salud, belleza y aseo, bebidas alcohólicas y no alcohólicas, así como dispositivos médicos y evitar que famosas y famosos induzcan la creencia de que la ingestión de estos productos  proporcionan a sus consumidores características, potencialidades y habilidades extraordinarias. ¿Ésta es únicamente una responsabilidad del gobierno federal? Pues lo será, mientras los gobiernos estatales y municipales duermen la siesta, se preocupen por tapar hoyos financieros y jalar nuevas ganancias y reduzcan sus intereses a tratar de ganar, desde ahora, las próximas elecciones.

   



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