Observador Ciudadano Tu pagina de inicio




Reforma laboral y poder de compra‏

Por Francisco Montfort Guillén

El daño más relevante, aunque tal vez uno de los más silenciosos, junto con el fracaso educativo, que produjo el invierno de la dictadura perfecta, ha sido la desaparición de la representación libre de los intereses de las clases trabajadoras. Su encasillamiento corporativo y el control antidemocrático que limitó sus libertades hicieron del movimiento obrero un fantasma a la hora en que su presencia real era más necesaria. Y sin duda lo más grave para el país es que todavía políticos influyentes como Manlio Fabio Beltrones argumenten a favor de volver a imponer los pactos corporativos como mecanismos de manejo de la economía. Por si no los recuerda o no los vivió, esos famosos pactos hicieron explícito el dominio absolutista del capital y del gobierno sobre los trabajadores comandados por Fidel Velázquez. Las famosas concertaciones entre los " factores de la producción" fueron las formas en que los dirigentes políticos otorgaron oxígeno a un sistema que no podía resolver los problemas de endeudamiento, déficit, corrupción e inflación pero que requería aplicar duras medidas económicas en donde los golpeados siempre fueron los trabajadores, los desempleados, las amas de casa, jefas de familia y los jóvenes.

La reforma laboral que está por discutirse enfrentará dos visiones. La que defiende el PRI pretende reforzar la preeminencia que tiene el sindicalismo corporativo que forma parte de sus estructuras partidistas. El proyecto del PAN busca modernizar, que casi significa desaparecer, esas estructuras, introduciendo mecanismos democráticos en el manejo de las organizaciones de trabajadores. Por supuesto que se requiere de otro sindicalismo para hacer frente a un nuevo modelo de desarrollo derivado de las revoluciones tecnocientíficas aplicadas a la producción de bienes y servicios. El problema para lograr esta transformación es la ausencia de liderazgos propios de las clases trabajadoras que puedan defender la ampliación de sus libertades y sus actuaciones en una economía diversificada, heterogénea y desigualmente desarrollada. Porque apenas hace falta recordarlo, las necesidades del empresariado no son necesariamente las que impulsan el progreso colectivo.

Pocos temas como el de la reforma laboral exigen el ejercicio intelectual de repensar el mundo, pues sin duda las exigencias de los patrones, todas atendibles, requieren ser pensadas también desde la óptica de los trabajadores cuyas demandas son, también, todas, atendibles. La contradicción de intereses no debe hacer perder la verdad de su complementariedad: para existir las dos ópticas se necesitan mutuamente. Por esta razón el enfoque de la reforma requiere considerar que la mejor manera de hacer prosperar un negocio es si existe un vigoroso mercado interno y éste es creado tanto por la multiplicación de negocios como por el incremento del poder de compra de los trabajadores.

Estudios de Naciones Unidas proponen como futuro previsible para México la expansión de la calidad de los trabajadores pero con débil oferta laboral de los empresarios. Lo cierto es que en el país la productividad está estancada y la baja competitividad pone en entredicho estos augurios, como lo demuestran los estudios del Forum Mundial de Davos o los estudios del Instituto Mexicano para la Competitividad entre otros. En estos días en que las noticias sobre la buena marcha de la economía mexicana están a la orden, es necesario recordar la precariedad de la recuperación mundial de los mercados y las fallas estructurales de nuestra sociedad en donde destaca, precisamente, la dudosa calidad de los trabajadores y de los empresarios para hacer frente a los países desarrollados y a los emergentes.

El creciente poder exportador de México se está demostrando con los récords recientes. Sin embargo es necesario combatir una idea equivocada muy arraigada en nuestra cultura empresarial y gubernamental. Es la que defiende el bajo precio de la mano de obra como factor decisiva para la competitividad. Precisamente, estudios recientes sobre los problemas que ya enfrenta China hacen referencia al aumento salarial que ha experimentado su sistema productivo, gracias precisamente a su crecimiento económico. La nueva economía se define por el valor agregado derivado de la alta capacitación y desempeño laboral y empresarial, ya no por la producción a bajos costos y baja calidad. Algún sector puede gozar temporalmente de un bajo precio de su mano de obra, pero es circunstancial y desaparecerá de acuerdo al desarrollo del mismo. Lo que es más difícil de ver en nuestra sociedad es la falta de alta capacidad gerencial que afecta tanto o más que la descalificación del factor trabajo.

El poder de compra es el verdadero poder de los individuos y las familias en una sociedad de mercado. Por esta razón muchos trabajadores prefieren recibir salarios más altos que tener las prestaciones de ley en materia de seguridad social, aunque después se les revierta esta situación. Por esta poderosa razón, los años de estabilidad del año 2000 a la fecha han marcado el resurgimiento de las clases medias: porque la estabilidad de las finanzas públicas federales, la contención de la inflación y el mercado exportador han propiciado un fortalecimiento del poder de compra de las mayorías. Entre 1950 y 1970 cuando surgen las antiguas clases medias, el poder adquisitivo creció en 38% en términos reales o sea 1.6% anual durante 20 años. A partir de 1976 se inició la pesadilla y la demolición de esas clases medias y para la década de los ochentas la caída del salario fue de 50% en términos reales de adquisición. De 1990 al 94 tuvo el salario una caída adicional de 15.6%. El salario medio real en los seis años siguientes tuvo otra caída adicional de 19.9%, lo que arroja para el período de 50 años una pérdida de 61.2%. Durante la primera década de este siglo la recuperación del salario medio real fue de 17% por vez primera después de 20 años de despeñadero y en estos últimos el incremento ha continuado, gracias al diferencial entre los aumentos de salarios y la inflación, ascenso que se vio interrumpido por la crisis de estos dos años. (Enrique Quintanilla. Negocios. Reforma, 16/I/11).
La reforma laboral no es un fin en sí, sino uno de los mecanismos para lograr que se incremente el capital humano de trabajadores y empresarios y el capital social de las organizaciones privadas y las instituciones públicas, pues la reforma afectará también a los trabajadores del sector público. Así que los cambios deben tener como perspectiva la nueva economía política y no sólo los interese de los grandes capitales. 









Suscríbete a nuestro Sistema Informativo,

Envia un mail con la palabra SUSCRIPCION,

(Suscribete aquí) Recibirás la información mas relevante de los acontecimientos que harán historia y tu podrás enterarte antes que nadie.