Observador Ciudadano Tu pagina de inicio



Ficción, corrupción, impotencia

Por Francisco Montfort Guillén

Mientras la verdad tiende hacia la unidad o hacia la reducción de explicaciones en conjuntos mínimos y coherentes, la mentira adquiere miles de formas que encadenan falsedades, unas tras otras. La política, que tiene por espacio privilegiado el pensamiento, la imaginación y los sentimientos humanos tiene que lidiar con verdades y mentiras para ser efectiva. La política no habita en el Estado, en el gobierno y los partidos sino en las ideas, emociones y actitudes de quienes la ejercen y en quienes son sometidos a su poder.

La responsabilidad, el comportamiento garante, la obligación de reparar el daño causado por uno mismo a otras personas, animales o cosas, así como la capacidad de tomar decisiones de manera autónoma y actuar de manera solidaria para obtener a cambio la confianza de los demás es el centro gravitacional entre la verdad y la mentira en política.

En la lucha política abundan la astucia, los engaños, las críticas en contra de los adversarios. La secrecía también forma parte de la estrategia de los juegos del poder. En una sociedad democrática el límite a las argucias y descalificaciones de la política es la ética. Sin valores y conductas que contengan las pasiones, la competencia deriva en batallas que no respetan la vida, la libertad y el patrimonio de los adversarios convertidos en enemigos. Sin ética, la política transita a las acciones violentas provocando el exterminio de la vida.

El otro freno a la política de dominio avasallador es la verdad. O más precisamente el amor a la verdad, la búsqueda de certezas y el uso de mecanismos apropiados para construir soluciones. El ejercicio permanente de la mentira conduce al autoengaño. En esta situación, el ejercicio del poder se convierte en manipulación inescrupulosa. Y más grave aún, impide el reconocimiento de los problemas, su análisis y la construcción de las alternativas de solución.

En política no existen verdades únicas ni manera inequívocas de solución de problemas. De ahí la importancia de mantener en la arena pública el diálogo sobre los desafíos que enfrenta una sociedad. Ocultar los problemas conduce a la simulación. Este ejercicio pernicioso de la mentira política está en el origen de que en el país tengamos cada seis años la misma cantaleta sobre necesidades de la sociedad y soluciones mágicas. La mentira se sostiene en el vacío. No sólo el que colma la moral del mentiroso. La extiende como mal social pues aborda un mundo imaginario. La mentira  política conduce a una sociedad a fantasear, a desconocer su propia realidad y a sostener soluciones ficticias.

La política ficción es resultado del engaño como forma de vida. Es el sustento de las promesas irrealizables, es el mantenimiento de la campaña electoral permanente, del esfuerzo por mantener, mediante ofertas, lo que no puede construirse mediante realizaciones. La política de ficción y la política de corrupción someten a las sociedades de esta manera se convierten en grupos sociales impotentes para modificar la realidad y mejorar su calidad de vida. Ficción, corrupción e impotencia políticas crean la fuente que nutre el pesimismo social de una sociedad enfrentada a una realidad que desconoce. Sin la verdad, todos los supuestos logros de las instituciones crean frustración… porque no “se viven”, no son constatables para la mayoría de los ciudadanos, que si “viven” la deuda y la parálisis gubernamental, la mala calidad de las infraestructuras, la inflación, la baja calidad escolar pública y privada. Y más grave que una revolución -que significa movimiento y energía desenfrenadas- es la aceptación indolente de situaciones que se juzgan inamovibles, inmodificables y fruto de un destino fatal. Parece poco, pero esta es la realidad que vivimos. Al menos, al este del paraíso mexicano.








Suscríbete a nuestro Sistema Informativo,

Envia un mail con la palabra SUSCRIPCION,

(Suscribete aquí) Recibirás la información mas relevante de los acontecimientos que harán historia y tu podrás enterarte antes que nadie.