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Problemas nuevos; puerilidades de siempre

Por Francisco Montfort Guillén

Los mexicanos vivimos en el ensueño. La ilusión de que hemos dejado atrás la crisis, debido al número récord de empleos creados y al inusitado crecimiento económico de este 2010, nos coloca en la confortable zona del sueño mexicano: a descansar después de algunas duras jornadas de trabajos y sustos. Los funcionarios del gobierno federal, pese a los aciertos innegables de Agustín Carstens (BM) y Ernesto Cordero (SHCP) reconocidos como fortalezas institucionales por Ángel Gurría, Secretario de la OCDE, no han asumido el debate mundial sobre el fin de una etapa del capitalismo.

Evitemos alarmistas catastrofismos. La guerra del fin del mundo no aparece como inevitable desenlace para el próximo fin de semana. Pero sí debiéramos prestar mayor atención a procesos cuyo surgimiento y evolución anuncian la configuración de una “brecha en el capitalismo” es decir una ruptura o abertura irregular en su funcionamiento contemporáneo, que en el inicio fue una desviación, una salida de la dirección normal del funcionamiento capitalista clásico.

El capitalismo financiero adquirió autonomía respecto a su condición genética, la cual consistió en la unión entre el mundo de la producción y distribución de mercancías con el mundo de los apoyos bancarios. Dicha autonomía le permitió, al capital financiero, generar y acumular ganancias, obtener dinero a partir de dinero. Esta desviación convirtióse en tendencia con el apoyo de la nueva era del capitalismo informacional. La inclinación y la predisposición de las empresas industriales y comerciales para obtener mayores utilidades sin producir más y mejores mercancías tuvo un frentazo con la crisis de 2008 y 2009.

Pasado el momento del shock, los efectos de esa crisis se presentaron como problemas mayores, que habían sido artificialmente contenidos gracias a las anteriores ganancias de la especulación financiera. Uno de esos problemas mayores consiste en la dificultad para generar empleos, puesto que la lógica de cualquier economía, sobre todo la capitalista, es eliminar las tareas desagradables y liberar tiempo de vida para el ocio y el esparcimiento para mayor número de personas. Otro problema, ligado a esta lógica, consiste en la imposibilidad de mantener el status de confort social alcanzado por las sociedades e impulsado por la generación de los llamados baby boommers. Las actuales edades de jubilación y de disfrute de pensiones dignas para la jubilación laboral, se tornan insostenibles. Francia es el caso más reciente. No será el último.

Pareciera, sin embargo, que estos problemas, reforzados por lo que llamaré la “brecha del retorno de los brujos” sólo afectara a los países desarrollados. Pareciera que México está fuera de esta brecha que trasforma ya el mundo. Sin embargo esta apariencia es sólo una más de las ensoñaciones mexicanas, que deberíamos agregar al rosario de fantasías engarzadas en A que le tiras cuando sueñas mexicano de Chava Flores.

Los “brujos” que retornen deberán encontrar nuevas fórmulas para rearticular, en otro nivel de acción histórica, las acciones de gobierno y sociedad. Una rearticulación que integre funcionalmente economías de mercados con gobiernos competitivos, así, en plural. Una reconfiguración competitiva para mantener bajo control la inflación; incidir favorablemente sobre el crecimiento económico y la expansión de mercados laborales; reencauzar las funciones bancarias, bursátiles y financieras para frenar especulaciones asesinas y generar condiciones para un nuevo pacto social que traslade el sujeto de bienestar del Estado a la sociedad.

Por eso resultan inadmisibles los entusiasmos de nuestras élites políticas y económicas acerca del futuro inmediato de México. Es muy frustrante el derroche de ignorancia y prepotencia de quienes, sin hacer la reorganización del capitalismo en México, de la cual las llamadas reformas estructurales son tan sólo una parte, nos prometen nuevas ensoñaciones.

Los aprioris ideológicos de nada nos servirán. Ni todo debe ser mercado, ni todo debe ser Estado. Su insustituible asociación debe estar pensada por la complementariedad -siempre precaria y cambiante- que nos asegure un máximo de libertades, de oportunidades de trabajo, de tiempos para la diversión y el ocio creativo.

Sin este trabajo intelectual previo, el discurso político sólo seguirá expresando banalidades. En el caso de la crítica situación actual de Veracruz, resulta repugnante el conjunto de puerilidades discursivas de sus autoridades, actuales y electas, en torno al promisorio futuro inmediato de una sociedad dominada por la incompetitividad de las burocracias gubernamentales. Ensoñaciones tropicales que terminarán con la caída de la hamaca y el golpe de realidad que viviremos con el cambio de gobierno. En este contexto resulta inadmisible el silencio sobre “la quiebra inminente de la UV” entre otras universidades públicas. Silencio que será sustituido por tronantes declaraciones oficialistas , que no explicaciones, que agregarán más silencio sobre la situación real de las finanzas públicas estales.
















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