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Revolución ¡No! Re-Evolución ¡Sí!

Por Francisco Montfort Guillén

Este es un cuento al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez? México en el país de las maravillas. Cada gobernador, en cada estado, por seis años, repiten hasta la sucia saciedad el mítico esplendor de sus acciones. Todos, y cada uno, son los mejores gobernantes, los más honestos, los más productivos. Solos, o acompañados por vedettes, hombres o mujeres, actúan en la televisión y en la radio para promocionar la conversión de sus capacidades, afanes y trabajos en obras públicas lucidoras que hacen feliz la vida de sus gobernados. Todo inicia en sus campañas electorales y concluye en la orgía de la autopromoción del “hasta luego”, nunca el adiós definitivo, porque mis gobernantes saben que no podrán olvidar a su gran benefactor y me recordarán porque me han querido, y me recordarán porque los dejé como mi sucesor a mi mejor heredero. Este es un cuento al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez?

En este contexto, ahora nos cae encima otra efeméride. Un Centenario ¿de qué Revolución? ¿La salida en falso de una fecha que no tuvo convocantes? ¿El abandono pacífico del poder del héroe nacional, golpista y eternamente electo General Porfirio Díaz? ¿El golpe de Estado a don Francisco I. Madero? ¿La guerra civil de los feroces tigres sueltos? ¿La consolidación del poder de los modernizadores norteños? ¿La destrucción del sistema productivo capitalista porfirista? ¿La reconfiguración del sistema patriarcal, tutelar y autoritario por el general Lázaro Cárdenas? ¿El discurso mítico de la gesta revolucionaria con sus héroes y villanos cosificados como estatuas de bronce?

Honor a quien honor merece. El conjunto de acontecimientos llamado Revolución Mexicana, “la primera de inspiración social del siglo XX”; la primera que amalgamó como gesta heroica el tejido complejo de reivindicaciones y traiciones y de sueños justicieros y latrocinios; la primera que consiguió permanecer en el poder ligando cambio purificador y permanencia putrefacta, despersonificando el poder a cambio de entronizar un puesto jerárquico institucionalizado cumplió, con creces, un sueño y un anhelo de la modernización política occidental.

Si el siglo XIX convulsionó a la sociedad novohispana para convertirla en mexicana gracias a la invención mitológica de la Patria, el siglo XX, gracias a  la Revolución Mexicana metamorfoseó el núcleo arcaico de lo novohispano y mexicano en la invención mitológica  de la nacionalidad. Esta idea de Nación, fruto de interminables luchas es la expresión acabada de las clases dominantes que surgieron en el mundo como resultado de tres procesos sociales: el progreso, que transita de su matriz religiosa a su cuna tecnológica industrial; la modernidad, que promueve junto con la crítica y la innovación permanentes,  una nueva identidad sustentada en una lengua común, un territorio propio y apropiado y un aparato de comando y control incontestado, dominador y liberador que es el Estado, garante principal, también, de la reproducción cultural; y la democracia, forma de organización del poder que sojuzga pero que resulta socialmente civilizador.

Las conjunciones de estos tres procesos han dado como beneficio innegable la idea de Nación mexicana, mito e ideología propia de toda burguesía que se precie de serlo. No es un logro menor. La ideología de la Revolución Mexicana, como la presentó Arnaldo Córdova buscaba crear una nación próspera, capitalista, justa, democrática. En todos los objetivos alcanzó algunas metas. Hoy, ocho de cada diez mexicanos se autodefinen como pertenecientes a las clases medias, de acuerdo al último libro de Luis de la Calle y Luis Rubio, Clasemediero. No existen cuestionamientos a la idea de Nación y a la idea de ser mexicano, aunque se cuestione la idea pobre de nacionalismo revolucionario. Las comunidades locales en los municipios internalizaron y asumen la idea de Gómez Morin: el municipio “todavía es familia, pero ya es la patria”. Y ahora agregaríamos: ya somos una Nación. México consiguió lo que, por ejemplo, la URSS nunca pudo lograr y que por tratar de evitar este anhelo burgués, terminó desintegrándola. Así que, a pesar de nuestras carencias, la sociedad mexicana hoy posee una sólida idea de Patria y de Nación, y un orgullo auténtico de pertenencia a la cultura mexicana.

En esta epopeya, para asegurar la continuidad y permanencia de este patrimonio, patriótico y nacionalista, lo que resultó y resulta inadmisible es la pretensión del partido nacional-revolucionario-institucionalizado de monopolizar el poder y afirmar que es el único capaz de gobernar la Patria Nación Mexicana. El costo de esta idea y su obsesión de ejercer el poder dio al traste con sus mejores propuestas de creación de instituciones, referentes obligados de lo que debería ser un régimen democrático y su respectivo sistema de justicia.

Los rasgos despóticos, corruptores y absolutistas están en el origen  de la descomposición del sistema educativo, del sistema de seguridad social, del sistema de seguridad pública, del sistema productivo del campo, del sistema bancario-financiero, de PEMEX, del IFE y del sistema de justicia. Esos rasgos negativos jugaron las contras a las bases de la organización viviente que son el sistema político y la sociedad mexicana. Desarticularon, al privilegiar el orden, la repetición, el control y el dominio sojuzgador, las actividades de recomienzo y reorganización, de renovación y refuerzo, de comunicación/conexión para la reunión entre sociedad y poder político. Expulsaron de su horizonte la riqueza de la diversidad, la autonomía y la ecología que alimentan los sueños, las estrategias, las reparaciones de injusticias, las restauraciones de proyectos útiles, las representaciones democráticas y la rememoración simbólica de las gestas heroicas como fuente de orgullo para repensar el presente y rediseñar el futuro.

Este es el momento no de recordar la Revolución, sino de impulsar la Re-evolución  de la sociedad mexicana. Sin ella no saldremos del infantilismo político de los actuales dirigentes. Este es un cuento al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez? Porque este no es un cuento. Esto es el subdesarrollo veracruzano y mexicano.









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