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De pobretólogos, ideologías y mexicanidad

Por Francisco Montfort Guillén


Es conocido el estereotipo de la manera de ser de los franceses, quienes, orgullosos y presumidos, en su casa alegan ser los mejores del mundo, y fuera de ella, se convierten en los principales críticos de ellos mismos... con tal de ser los primeros en todo. Desde hace tiempo corren expresiones de sus complejos frente a los disciplinados y trabajadores alemanes, al tiempo que ironizan  sobre sus maneras de ser. Francia, según algunos de sus periodistas, es el más latinoamericano de los países europeos, reflejado en sus  críticas al liberalismo y a su inclinación estatista. Su versión sobre la fábula de la cigarra y la hormiga nos permite ver que, por lo menos, existe un enorme parecido entre los franceses y los izquierdistas y «progres» mexicanos, priistas y perredistas y algunos panistas.

La versión alemana de dicha fábula, de acuerdo a los franceses, está acorde a su formulación original. La hormiga trabaja duramente durante el caluroso verano, construye su casa y se aprovisiona para pasar un invierno confortable. La cigarra descalifica a la hormiga, a la que considera estúpida, mientras se la pasa de fiesta durante el verano, bailando y cantando. Cuando llega el invierno, la hormiga está bien nutrida, tiene provisiones y un hogar cálido, mientras que la temblorosa cigarra padece frío, tiene hambre y finalmente muere. La moraleja es clara: sólo el trabajo, la disciplina, la frugalidad, el ahorro procuran bienestar. Tal cual sucede ahora en la nación germánica, que frente a la crisis mundial, contrario a los griegos, españoles, irlandeses e inclusive norteamericanos, ha evitado el déficit público, la emisión irresponsable de dinero, el manejo descuidado de sus finanzas públicas y ha optado por la disciplina fiscal, la elevación de la productividad y la innovación tecnológica.

La versión francesa de la fábula representa un recorrido por los lugares comunes de la justicia social milagrosa, tan cara a nuestros nacionalistas revolucionarios. Así que tan sólo cambiando la nacionalidad, podremos recrear un fresco de la realidad mexicana: la hormiga trabaja arduamente durante el caluroso verano; construye su casa y se aprovisiona para el invierno. Mientras la cigarra considera estúpida a la hormiga porque no sabe disfrutar de la mexicana alegría y no ríe, canta y baila y ve el futbol. Cuando llega el invierno, la hormiga mexicana tiene techo, comida y calor suficientes para sobrevivir. ¿Cuál es la reacción de la cigarra mexicana?.

Pues la cigarra, temblando de frío, organiza una conferencia de prensa y demanda por qué la hormiga tiene derecho a una casa, al calor y a la alimentación mientras que otros, con menos fortuna, como ella, padecen frío y hambre. Televisa, TV Azteca, Milenio Televisión y Cadena Tres organizan reportajes y emisiones en vivo para mostrar a la hormiga en su casa confortable y con las despensas llenas de provisiones. Contrastan esta riqueza con la situación de la cigarra. Los mexicanos se indignan ¿cómo es posible que en este país tan rico se deje sufrir a las cigarras mientras que otros viven en la abundancia?. Las asociaciones civiles en contra de la pobreza organizan manifestaciones frente a la casa de la hormiga. Joaquín López Dóriga, Javier Alatorre, Ciro Gómez Leiva y Pedro Ferriz organizan entrevistas y programas especiales, y exigen explicaciones del por qué el gobierno ha permitido que se enriquezca la hormiga a costa de la cigarra. Exigen al gobierno para que aumente los impuestos que debe pagar la hormiga para que sea más justo en sus políticas fiscales.

La CTM, el SME, el CGH/UNAM, la APPO, los de Atenco, el PRD, el PRI, el PT; CONVERGENCIA, el PVEM, el PANAL, el PAN, el doctor José Narro/UNAM critican y organizan mítines frente a la casa de la hormiga para expresarle su repudio. Los funcionarios públicos,  diputados y senadores deciden hacer una huelga de solidaridad de 59 minutos diarios por tiempo ilimitado. Un intelectual de izquierda escribe un libro para demostrar las relaciones entre la hormiga y el crimen organizado, el FMI, el BM y el Yunque. Como respuesta a los sondeos de opinión que muestran a la sociedad mexicana irritada, el gobierno redacta una nueva ley sobre la igualdad económica y una ley antidiscriminación. Aumentan los impuestos de la hormiga y además es multada por no haberle dado trabajo a la cigarra.

La casa de la hormiga es confiscada porque carece del dinero suficiente para pagar los nuevos impuestos y las multas. La hormiga emigra a los Estados Unidos en donde logra acrecentar su riqueza y contribuye al esplendor norteamericano. La televisión hace reportajes mostrando a la cigarra bien alimentada y contenta, disponiendo de los alimentos y la casa que le dio el gobierno. Se le muestra bien rodeada de escritores e intelectuales de izquierda a la que le dedican novelas, cuentos, poemas y canciones. La ex-casa de la hormiga es convertida en vivienda de interés social pues se deteriora por falta de mantenimiento, ya que la cigarra no trabaja. Ella y sus amigos reprochan al gobierno la falta de recursos. Las autoridades reaccionan formando una comisión de investigación que involucra a ONG´s, diputados, senadores y académicos progresistas. Reciben generosas prebendas en forma de salarios y viáticos para sus viajes internacionales. No obstante, la cigarra muere (al parecer de una sobredosis).

La Jornada, El Universal y Proceso critican el fracaso gubernamental y su incapacidad para disminuir la desigualdad social. La ex-casa de la hormiga es invadida por una banda de cucarachas que se organizan para servir de grupo de presión contra la campaña del gobierno federal sobre la delincuencia, y para hacer negocios con el crimen organizado, al tiempo de incrementar la inseguridad ciudadana. Mientras tanto, el gobierno amplía su política de guerra al narcotráfico mientras los gobiernos estatales cultivan sus propias cigarras y culpabilizan al gobierno federal de inefectividad en su lucha por abatir la inseguridad, la criminalidad y la desigualdad social. La sociedad, desconcertada, espera las nuevas elecciones. El número de hormigas disminuye mientras las cigarras van al alza, esperando, ambas, que la derecha, la izquierda o el centro modifique este infierno de irresponsabilidades gubernamentales y ciudadanas.

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Deconstrucción de candidatos

Por Francisco Montfort Guillén

Las pasadas elecciones en el Perú ofrecieron un ejemplo magnífico de los dilemas y paradojas de la democracia. Los apoyadores de los dos candidatos finalistas, divididos por mitad. Los votantes independientes e indecisos expresaron su rechazo a las dos figuras, consagrándolas impresentables. Los peruanos vivieron una elección sobre el mal menor. Sin embargo, por el sistema electoral vigente en ese país, todos los votantes tuvieron que ejercer el sufragio, que es obligatorio, con multas muy elevadas para los abstencionistas. De esta manera, Ollanta Umala, el candidato victorioso por escaso margen, cuenta con la plena legitimidad política y electoral, a pesar de tener una votación de casi el 50% en contra. Es de resaltar que a pesar de sus defectos, Fujimori y Umala llegaron a la segunda vuelta de votaciones gracias al apoyo de sus votantes, aunque los mismos electores encontraban que ambos candidatos no les satisfacían plenamente. Es probable que de no haber existido el ordenamiento electoral de obligatoriedad en el voto, los niveles de abstención elevados hubieran marcado los comicios peruanos, restando legitimidad al candidato electo. A pesar de las circunstancias, no existieron los tontos nihilistas electorales que demandaran a sus conciudadanos a <votar en blanco> en señal de protesta.

En México estamos construyendo escenarios que pueden desencadenar una elección sobre los supuestos de elegir al menos malo, que puede llegar con un rechazo adicional bajo la forma del abstencionismo electoral y el voto en blanco. Hemos vivido una confrontación gestada durante el proceso electoral de 2006, y posteriormente con gran impulso de Andrés Manuel López Obrador y sus apoyadores (ciudadanos y partidos políticos), que pusieron en riesgo la continuidad institucional con sus acciones y críticas. El actual gobierno federal llegó a la presidencia con una escasa votación (aproximadamente un tercio), con un margen de victoria muy pequeño e inicio su mandato con una campaña de desprestigio como nunca antes habíamos vivido al inicio de un sexenio. Si bien se logró la continuidad institucional con la toma de protesta de Felipe Calderón y su ejercicio de la presidencia, las condiciones de su ascenso al poder no han variado, aunque hayan perdido virulencia por unos años y ahora reaparezca virulenta.

Las críticas en contra del presidente panista y su equipo no sólo no se detuvo, sino que ha alcanzado el nivel de reconstrucción de un <chivo expiatorio> al que han contribuido tanto los periodistas, comentócratas como sus opositores políticos. Paradójicamente, fue Andrés Manuel López Obrador quien advirtió a sus seguidores, durante su último evento en el zócalo capitalino,  que pusieran atención a este fenómeno. Así es que tenemos un escenario de corriente de opinión, que parece mayoritaria, que tiene en Felipe Calderón al causante y promotor de todos los males nacionales. A este escenario contribuye, en gran medida, la situación de violencia creada por la delincuencia y el combate para disminuirla, que genera a su vez una percepción de inseguridad colectiva que no deja de crecer.

Por otro lado, y en parte como reacción a este problema, desde el gobierno federal y de su partido, buscan imponer la idea en la opinión pública, con datos reales o sustentos empíricos, de que el crecimiento de la delincuencia y de la inseguridad, se gestaron durante la hegemonía priista y que se sostiene, principalmente, en los estados de la república que son gobernados por militantes del partido tricolor. Esta realidad conforma otra corriente de opinión que abona en la descalificación de todos contra todos entre los partidos y actores políticos, porque los gobiernos perredistas tampoco escapan a esta feria de malos gobiernos, con escándalos ligados a la delincuencia organizada. En este contexto vale la pena cuestionar la eficacia de las campañas publicitarias de los diferentes gobiernos, que promueven sus actividades como factores de buen gobierno.
El problema no consiste en que se lancen infundios entre todos los actores políticos y que ejerzan la crítica a sus rivales. Tampoco en que carezcan de razones y hechos que avalen sus dichos. El fondo del asunto está en que los ciudadanos carecen de información veraz, consistente y sólida sobre la realidad que les rodea, para discernir y decidir con base en conocimientos, porque los gobiernos no los informan, sino que hacen su propia apología mediante las campañas de propaganda, al tiempo de desprestigiar a sus rivales. Este encono ha creado un ambiente de desconfianza y de incredulidad entre los ciudadanos.

En otros términos: aunque legalmente estén prohibidas las llamadas <campañas negras> en la realidad se han venido construyendo imágenes negativas de los partidos, los posibles candidatos, los gobiernos federal y estatales. Los ciudadanos ya saben de los defectos de los actores políticos, y no alcanzan a ver motivos suficientes para ver en ellos agentes promotores de cambios positivos, dirigentes que puedan mejorar razonablemente las actuales condiciones de vida de todos los mexicanos. La <deconstrucción> se ha impuesto a la construcción de las figuras públicas, si bien alguien como Enrique Peña Nieto ha podido imponer su imagen como político ganador, más en el sentido de una star que como líder o estadista. Todo lo cual nos está conduciendo a configurar una elección presidencial entre <malos candidatos>, que pueden motivar una baja participación electoral y una deslegitimación de quien resulte triunfador. Como sea, creo que la votación dividida en tercios se impondrá nuevamente, a pesar de los negativos atributos de AMLO y de la inexistencia actual del candidato panista. ¿Por qué hemos elegido la deconstrucción de candidatos? Este es otro de los enigmas de la manera de ser de los mexicanos.



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Supermercado médico

Por Francisco Montfort Guillén

Karl Marx primero y después Vladimir I. Lenin demostraron, con bases teóricas y evidencias empíricas, los procesos de formación de los mercados internos, sin los cuales no puede desenvolverse el capitalismo. La división social del trabajo está en la base de estos procesos, ya se trate del tránsito de la agricultura hacia la agroindustria o de la artesanía hacia la gran industria. Lo mismo sucede con los servicios. El referente teórico, por supuesto, consistió en el estudio de la mercancía, pues en el capitalismo todo esfuerzo de producción de bienes y servicios toma esta forma: la realidad se nos presenta como un juego entre oferentes y demandantes con objetos independientes de sus creadores. No es que la vida en el capitalismo consista sólo en comprar y consumir, sino que todos los bienes y servicios son transformados en mercancías.

El ejemplo de un <mercado maduro> es apreciable cuando, gracias a la división social del trabajo, ramas enteras de la producción adquieren autonomía, es decir, cuando aparecen mercancías que para ser realizadas como tales no necesitan estar ligadas a un proceso previo, por ejemplo, la fabricación de maquinaria agrícola ya no necesita cubrir necesidades específicas de determinados productores o de ciertos cultivos, sino que su desenvolvimiento tecnológico la permite crear utensilios que generan su propia demanda entre los agricultores e industriales de la alimentación.

Esta es también la situación de la salud humana. Su tránsito desde una necesidad personal hasta constituirse como mercancía social ha traído como consecuencia la autonomizarían de diferentes ramas de la producción de bienes y servicios médicos. Los procesos han sido múltiples pero convergen en una realidad insoslayable: el proceso salud-enfermedad constituye una cadena productiva que involucra a la ciencia, a la tecnología, a la educación, al comercio, a la política y al entramado de mercadotecnia y publicidad. Así, por ejemplo, los laboratorios de análisis clínicos no dependen de la existencia de un determinado centro médico y en ocasiones ni siquiera de ciertos médicos para prosperar como negocios, pues existen personas que solicitan sus propios análisis clínicos, que ofertan algunos laboratorios como servicios integrales o en paquetes a precios supuestamente módicos.

En la radio y en la televisión son promocionados los servicios médicos de hospitales o de médicos particulares, de la misma manera que los gobiernos hacen propaganda política con sus programas de salud o de construcción de infraestructuras para atender el complejo salud-enfermedad. Los laboratorios químico-farmacéuticos constituyen uno de los más importantes conglomerados transnacionales que determinan en gran medida la evolución del sector salud a escala del planeta. El complejo ciencia-tecnología ofrece productos para la salud que ya no pasan por la prescripción médica, y que son ofrecidos directamente al consumidor, en el cual es generada una necesidad, o más precisamente, un deseo de salud, a través de la publicidad.

La sociedad mexicana, en su mayoría alejada, según lo han revelado múltiples encuestas, del conocimiento y la confianza en el saber científico, viene evolucionando en su consumo de servicios médicos en tres grandes vertientes. A través de la medicina institucional pública o mediante los servicios de la medicina privada, es consumidora de los avances científicos y tecnológicos que han revolucionado la medicina tecnologizada. Otra vertiente, que ha cobrado auge, es la llamada medicina tradicional y alternativa, que se alimenta de las posibilidades que abrieron la física cuántica, los saberes sobre los procesos psicológicos, las llamadas medicinas orientales o las autóctonas que tienen bases en la herbolaria y otros saberes no científicos aunque con demostraciones empíricas. Finalmente se ha abierto el mercado de los aparatos tecnológicos que se apoyan en aplicaciones de la acupuntura china y en avances científicos modernos.

En nuestra sociedad la regulación de las prácticas que tienen como eje la salud humana son débiles, cuando no inexistentes. Los desniveles entre la calidad de los cuidados de la salud que ofrecen las instituciones federales y las ubicadas en el Distrito Federal (los institutos nacionales) y los servicios de los estados y municipios son profundos. Si bien existen médicos de gran nivel en todo el país y algunos estados cuentan con infraestructuras de calidad, la regla general indica que en las entidades con mayores niveles de pobreza y menores niveles de desarrollo humano la calidad de la salud humana es bastante precaria. Este es el caso de Veracruz, en donde nunca han sido elaboradas políticas públicas de salud para cada uno de los grupos sociales y regiones considerando las bases epidemiológicas y de morbi-mortalidad de la entidad.

Desde el sexenio de Miguel Alemán se ha lucrado con la salud de los veracruzanos. Fueron construidos hospitales que nunca funcionaron y esta acción nunca fue castigada. Con Fidel Herrera fueron enajenados hospitales públicos a favor de médicos particulares sin que mediara información pública al respecto ni una política de salud específica. Los hospitales públicos del gobierno del estado practican una medicina burocratizada y la enseñanza profesional de las ramas médicas en Veracruz se encuentran entre las más deficientes de la república. La venta de medicamentos es desordenada, las farmacias actúan sin ningún control, quiebran porque les quitan los contratos con instituciones públicas y nadie da cuenta de ello. La salud de los veracruzanos forma parte del supermercado médico, no de las políticas públicas (hasta ahora inexistentes) lo que permite que la corrupción sea una práctica común en el sector salud, tanto en la secretaría como en los centros médicos. A nadie parece importarle en verdad la salud de los veracruzanos, una cuestión que no resuelve el mercado. Que la salud sea una mercancía no significa que sea convertida en una mercancía de tercera categoría, como la que prevalece en Veracruz.   



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Inseguros, pero no indignados

Por Francisco Montfort Guillén

En el día del magisterio mexicano surgió con el nombre 15M una fuerte protesta social en España. A  pesar de su originalidad, algunos han querido ver en ella un movimiento social y otros, inclusive, una revolución. Curiosamente, en nuestro país, algunos comentócratas han identificado esa protesta con ideas de izquierda. Y desean que como la pandemia de la influenza, pronto contagie a los mexicanos. Tal vez nada sería más grato que ver a la juventud mexicana de clase media inconformarse con el estado general que guarda el país. Pero fuera deseable que para su protesta contara con al menos algunas reflexiones serias, menos epidérmicas que las que han aparecido hasta ahora en los diarios mexicanos.

Debajo de ese movimiento español se mueven  realidades  que las ideologías ocultan. Para disminuir un poco la inevitable y perversa influencia ideológica es necesario hacer el estudio concreto de situaciones concretas y buscar entender los hechos sociales, para no lanzar extrapolaciones sin sustento. Las juventudes españolas que protestan forman parte de la <generación perdida> de esa sociedad debido en gran parte a la irresponsabilidad de su clase política y a la facilidad con que la sociedad española decidió participar en el espejismo del desarrollo, fruto de una <transición democrática modelo>.

La incorporación de España al modelo europeo ocultó el camino de una sociedad subdesarrollada a una sociedad de la abundancia sin pasar por la disciplina del desarrollo que significa más trabajo, más ahorro, más acumulación. Los fondos para el desarrollo regional y el crédito barato, el apoyo del euro, la etapa del despegue del crecimiento económico fincada en la industria de la construcción, les impidieron ver a los españoles (y griegos, lusitanos e irlandeses) que esa riqueza ellos no la generaban, que era una riqueza financiada exteriormente, de mano de obra barata y en labores sin sofisticación tecnológica, que la creación de su sistema de seguridad social con grandes prebendas (servicios y pensiones altas, menores horarios y años de trabajo para pensionarse), y que la corrupción, que permitió acuñar por primera vez el término de <Estado cleptocrático>, eran factores que requerían una visión política que esclareciera que sin una ética laica, pero de corte weberiana (ahorro, trabajo, alta productividad laboral y económica, honestidad y disciplina), y sin una transformación cualitativa que significara un nivel de acción histórica de la sociedad sobre ella misma, más elevado, para acceder a una genuina sociedad del conocimiento, el proceso de crecimiento económico y distribución de la riqueza sería insostenible.

<Esta es una generación víctima del mayor fraude que un país le puede hacer a su población: hacerles creer que pueden acceder a mejores niveles de vida porque tienen un título universitario que nunca merecieron tener; una plusvalía de las viviendas que nunca se pudo sostener; unas propiedades y trenes de vida que nunca iban a poder pagar; y unos niveles de crecimiento económico que ellos directamente no producían> afirma con severidad crítica Francisco Fernández Castillo (Reflexiones de la generación perdida, Negocios, Reforma, 25/V/2011). El ejemplo español refleja con nitidez uno de los lugares comunes que circulan en nuestra sociedad como verdad científica irrebatible: la educación es la clave del desarrollo y de la superación de las personas. Pues resulta que no, al menos no con cualquier tipo de educación se pueden enfrentar los retos del actual modo de desarrollo capitalista. No basta con tener educación superior para ser parte de la llamada sociedad del conocimiento. El sistema escolar español, tan poco valorado en el sistema europeo, aunque en nuestras aldeas haga gran fortuna, pues permite presumir que se estudió en Europa, ha formado a estudiantes con títulos universitarios condenados al desempleo, sin acceso a las grandes empresas de la economía del valor agregado gracias a las nuevas tecnologías del conocimiento: <somos la generación mejor formada en la historia de España y no tenemos empleo> rezan algunas de las consignas de la protesta de <los indignados>.

Por otra parte, estos protestantes de nueva generación, que se intercomunican con los nuevos instrumentos electrónicos, no han conectado con la política. Es más, la rechazan y, paradójicamente según lo verían quienes ven en esta protesta gérmenes de la nueva izquierda, los jóvenes que rechazan el bipartidismo y a los políticos, elevaron la participación electoral y pintaron de un sólo color a España, abriendo paso de facto por primera vez al unipartidismo, con los gobiernos autonómicos y municipales, enviando una clara señal de rechazo a la izquierda y acogiéndose a los azules de la centro-derecha.

En este caso la historia se repite: cuando gana la izquierda vienen los derroches populistas para hacer valer <la justicia social>, y cuando han quebrado los presupuestos, tiene que entrar la derecha a poner orden y a recibir la crítica por ser realistas y exigir sacrificios. Estas protestas y, bajo otra óptica las de África del Norte y el Medio Oriente, emiten señales inequívocas de que si en México no corregimos de fondo la educación en todos sus niveles, si continuamos con la distribución social de la mediocridad (que no del conocimiento), si somos incapaces de crear conocimientos y tener universidades de clase mundial; si no vemos la necesidad de crear y fortalecer el capital organizacional, público y privado; si no realizamos las reformas fiscal, laboral y de seguridad social como bloque interdependiente, entre otras tareas urgentes, seguiremos alejándonos del progreso en el cual se instalaron ya sociedades que hace 50 años veíamos con desdén. Por vía de mientras, no logramos crear una auténtica sociedad del conocimiento, pero en Veracruz a todos ya nos llegó una parte de la inseguridad pública que ante veíamos sólo en los estados del norte de México. Bienvenidos a la sociedad de la distribución social del miedo, sin que surjan los <indignados> veracruzanos.




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