Observador Ciudadano Tu pagina de inicio


Demandas Colectivas: Libertades Ampliadas


Por Francisco Montfort Guillén


Con la estrecha visión de que el desarrollo sólo es crecimiento económico. Con la ceguera de que únicamente con la medición del ingreso es posible aprehender la realidad social, los economistas autodenominados progresistas y de izquierda, salvadores del pueblo bueno, los verdaderos profetas de la miserología se oponen o miran para otro lado cuando el tema a discutir es el progreso de las condiciones sociales para el florecimiento de las empresas. Para ellos el reino del desarrollo es el inmaterial mundo de los grandes planes de inversión, los “presupuestos públicos históricos”, las batallas político-burocráticas ganadas a sus enemigos.

Crearon primero un mercado interno de privilegios, no de instituciones públicas y empresas paraestatales y privadas competitivas. Defendieron “como perros” el mercado feudal mexicano. A pesar de la debacle que se venía venir, obligaron a José López Portillo a renunciar a sus intenciones de que México ingresara al GATT. El presidente bohemio tuvo que tragarse sus intenciones y declarar que el régimen de la Revolución Mexicana todavía podía navegar sólo y que no estaba preparado para aceptar el reto del comercio internacional.

A ciencia y paciencia, no obstante los avisos que mandaba precisamente el feudal mercado interno sobre su agotamiento, desde el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, éste y los tres presidentes siguientes se empecinaron en profundizar la ruta de la Revolución Mexicana. Así fue como destrozaron lo poco de bueno que habían construido sus antecesores. Lo más grave sociopolíticamente: desaparecieron las clases medias formadas con tanto esfuerzo. Su ideología nacionalista y su corrupción mexicanísima hicieron el resto. Deformaron el funcionamiento institucional y pusieron en estado de coma la calidad y competitividad logradas por algunas empresas e instituciones públicas.

Estos mismos redentores de la miserología criticaron la apertura comercial. Su alegato: la gente en México no sabe comprar (como tampoco sabía votar). En efecto, inicialmente y frente a un mundo de mercancías nuevas que los mercaderes mexicanos importaban como saldos de artículos obsoletos o piratas, los consumidores primero se equivocaron y después rápidamente, aprendieron a elegir y en los supermercados se apilaban mercancías de mala calidad que ni con regalos eran vendidas: herramientas chinas que se rompían, vino europeos contaminados por la explosión de Chernobil y un gigantesco etcétera.

La pedagogía generada por el TLC fue sensacional. Los consumidores tenían a su disposición más mercancías y más baratas; de variados precios y calidades diferenciadas; de distintos países y con múltiples presentaciones. El nacionalismo comercial fue el primero en sucumbir: los cada vez menos productos mexicanos que se compraban se adquirían por ser competitivos, no por ser mexicanos. Otro cambio fue fundamental: aún los pobres podían comprar y escoger productos. En suma: los mexicanos, a pesar de la publicidad, se entrenaron y aprendieron a escoger y, finalmente, a elegir. Y no sólo productos, sino también a sus políticos, y por eso han aprendido a votar, aunque ahora sus elecciones vuelvan a ser defraudadas por las autoridades.

El desarrollo no es sólo crecimiento económico aunque éste sea el centro dinámico del mismo. El desarrollo es, sobre todo, ampliar el ejercicio de las libertades. A las libertades de elegir mercancías y políticos se suman libertades individuales para protestar por el funcionamiento de las instituciones y la calidad de las mercancías o por la forma en que fueron electos los políticos en cargos de elección popular. Pero en México no existen las libertades para establecer demandas colectivas en contra de malos funcionarios que perjudican a ciudadanos electores, ni en contra de empresas que venden productos o servicios que dañan a ciudadanos consumidores.

José Murillo Karam senador priista, promueve la iniciativa de ley de las demandas o acciones colectivas contra proveedores de bienes y/o servicios públicos o privados. Quienes promueven y quienes rechazan la iniciativa del Senado de la República tienen otro encontronazo ideológico. Alegan que se perjudicarán a las empresas, o que habrá un abuso de demandas, porque los mexicanos son frívolos en sus peticiones; o que por fin, pondrán límites a los abusivos empresarios. El fondo del asunto parece no importarles. En México hacen falta las demandas colectivas como ampliación de las libertades y derechos de los ciudadanos que individualmente no pueden ejercer presión para cambiar situaciones que provocan un daño colectivo a los consumidores o al medio ambiente. Esta ampliación de libertades puede detener daños, puede obligar a realizar pagos por los males cometidos. Pero sobre todo, puede generar una pedagogía de responsabilidades colectivas entre productores y consumidores. La instauración de demandas colectivas o de grupo requiere como complemento la ley de responsabilidad social de instituciones públicas y empresas privadas, que vendan bienes y/o servicios para que el resultado final producido sea un cambio cualitativo en la calidad de vida de los mexicanos. Lograr estos fines provocaría una revolución cultural silenciosa, es decir una metamorfosis social que mejoraría nuestra convivencia, nuestra vida personal y nuestra responsabilidad comunitaria.
















Observador Ciudadano Tu pagina de inicio



Homenaje a quien homenaje merece

Por Francisco Montfort Guillén

La realidad veracruzana es nauseabunda. La pueblan mentiras y engaños; pobreza y corrupción, fraudes e imposiciones, demagogia y manipulaciones mediáticas. De la miseria cotidiana causa mayor dolor y repulsa el papel gubernamental en torno a la cultura. Mientras la sociedad recuerda tradiciones, rehace estrategias para sobrevivir o para mejorar su vida cotidiana, festeja sus logros y, en fin, asume y renueva su cultura, desde el gobierno se desperdician los siempre pequeños presupuestos dedicados al fomento de la cultura. La biodiversidad del territorio y la pluralidad creativa de la sociedad veracruzana contrasta con el páramo institucional de más de dos décadas de parálisis y mediocridad de esfuerzos culturales.

Lo que se ha dado en llamar promoción de la cultura gira en torno a la exaltación de dos o tres figuras relevantes (en especial Sergio Pitol y Carlos Fuentes) a quienes se les promociona y lisonjea para que las autoridades tengan la oportunidad de fotografiarse junto a estas cumbres literarias. La imaginación (¿?) de las autoridades se detiene en la exaltación del homenaje: premios y reconocimientos a personajes que complementan la otra acción privilegiada: el consumismo cultural.

Con el homenaje se refuerza el inmovilismo: se repite el juramento solemne de fidelidad al señor (casi ninguna mujer) y el voluntario vasallaje a la figura celebrada. Se siembra así el propio camino para recibir, posteriormente, los merecidos homenajes.

Con el consumismo cultural de obras creadas se mitiga la mala conciencia por ofrecer únicamente una vida cotidiana de rutinas de sobrevivencia. La política de André Malraux, para que el pueblo francés, escolarizado, educado y tradicionalmente conocedor de sus grandes literatos, pintores, escultores, fotógrafos, filósofos, arquitectos, cineastas, etc., tuviera acceso universal al conocimiento de sus obras, y no fuera un conocimiento exclusivo de expertos o académicos, en el estado de Veracruz no ha sido puesta en práctica en los niveles y con la calidad requerida.

No han sido construidas las infraestructuras modernas para transitar del agente cultural que actúa en representación de otra persona, o del agente consumidor de productos culturales al agente que crea, actúa, provoca críticas y cambios y vive, en fin, la experiencia estética, artística, científica. De entre todos los  estados de la república, Veracruz, por estas circunstancias, fue la entidad con la actividad más mediocre en las conmemoraciones, celebraciones y festejos de la Independencia y la Revolución.

La cultura es el patrimonio organizador de una sociedad e incluye conocimientos y habilidades tecnocientíficos y humanísticos y también mitos, leyendas, tradiciones. Es un conjunto de herencias e innovaciones que ayudan a crear identidades y a diseñar estrategias para mejorar las condiciones de vida presentes y futuras. La cultura conjuga pasado, presente y futuro y actúa como sistema abierto, pues los estímulos externos renuevan las ideas y las conductas.

Estas características son débiles en Veracruz. El gusto desmedido por homenajear y consumir es exacerbado por el parroquialismo. La desvalorización de los buenos creadores locales que están fuera del olimpo universitarioivequiano es acompañado por el rechazo a lo externo, con excepción de algunas figuras pertenecientes a otros olimpos pseudoizquierdistas. Y la joya de la corona han sido los responsables de dirigir las dependencias de promoción cultural, ancladas en el pasado, oficialistas, creyentes de la cultura como homenajes y fiestas y promotores de sus propias clientelas. Paradójica y dolorosamente, son estas instituciones las más cerradas a la innovación, la creatividad, la crítica y la renovación. Y en los últimos doce años, la mediocridad de los resultados es tan grande, que sin lugar a dudas, los próximos homenajeados deben ser los directores de estas instituciones.


Observador Ciudadano Tu pagina de inicio



Revolución ¡No! Re-Evolución ¡Sí!

Por Francisco Montfort Guillén

Este es un cuento al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez? México en el país de las maravillas. Cada gobernador, en cada estado, por seis años, repiten hasta la sucia saciedad el mítico esplendor de sus acciones. Todos, y cada uno, son los mejores gobernantes, los más honestos, los más productivos. Solos, o acompañados por vedettes, hombres o mujeres, actúan en la televisión y en la radio para promocionar la conversión de sus capacidades, afanes y trabajos en obras públicas lucidoras que hacen feliz la vida de sus gobernados. Todo inicia en sus campañas electorales y concluye en la orgía de la autopromoción del “hasta luego”, nunca el adiós definitivo, porque mis gobernantes saben que no podrán olvidar a su gran benefactor y me recordarán porque me han querido, y me recordarán porque los dejé como mi sucesor a mi mejor heredero. Este es un cuento al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez?

En este contexto, ahora nos cae encima otra efeméride. Un Centenario ¿de qué Revolución? ¿La salida en falso de una fecha que no tuvo convocantes? ¿El abandono pacífico del poder del héroe nacional, golpista y eternamente electo General Porfirio Díaz? ¿El golpe de Estado a don Francisco I. Madero? ¿La guerra civil de los feroces tigres sueltos? ¿La consolidación del poder de los modernizadores norteños? ¿La destrucción del sistema productivo capitalista porfirista? ¿La reconfiguración del sistema patriarcal, tutelar y autoritario por el general Lázaro Cárdenas? ¿El discurso mítico de la gesta revolucionaria con sus héroes y villanos cosificados como estatuas de bronce?

Honor a quien honor merece. El conjunto de acontecimientos llamado Revolución Mexicana, “la primera de inspiración social del siglo XX”; la primera que amalgamó como gesta heroica el tejido complejo de reivindicaciones y traiciones y de sueños justicieros y latrocinios; la primera que consiguió permanecer en el poder ligando cambio purificador y permanencia putrefacta, despersonificando el poder a cambio de entronizar un puesto jerárquico institucionalizado cumplió, con creces, un sueño y un anhelo de la modernización política occidental.

Si el siglo XIX convulsionó a la sociedad novohispana para convertirla en mexicana gracias a la invención mitológica de la Patria, el siglo XX, gracias a  la Revolución Mexicana metamorfoseó el núcleo arcaico de lo novohispano y mexicano en la invención mitológica  de la nacionalidad. Esta idea de Nación, fruto de interminables luchas es la expresión acabada de las clases dominantes que surgieron en el mundo como resultado de tres procesos sociales: el progreso, que transita de su matriz religiosa a su cuna tecnológica industrial; la modernidad, que promueve junto con la crítica y la innovación permanentes,  una nueva identidad sustentada en una lengua común, un territorio propio y apropiado y un aparato de comando y control incontestado, dominador y liberador que es el Estado, garante principal, también, de la reproducción cultural; y la democracia, forma de organización del poder que sojuzga pero que resulta socialmente civilizador.

Las conjunciones de estos tres procesos han dado como beneficio innegable la idea de Nación mexicana, mito e ideología propia de toda burguesía que se precie de serlo. No es un logro menor. La ideología de la Revolución Mexicana, como la presentó Arnaldo Córdova buscaba crear una nación próspera, capitalista, justa, democrática. En todos los objetivos alcanzó algunas metas. Hoy, ocho de cada diez mexicanos se autodefinen como pertenecientes a las clases medias, de acuerdo al último libro de Luis de la Calle y Luis Rubio, Clasemediero. No existen cuestionamientos a la idea de Nación y a la idea de ser mexicano, aunque se cuestione la idea pobre de nacionalismo revolucionario. Las comunidades locales en los municipios internalizaron y asumen la idea de Gómez Morin: el municipio “todavía es familia, pero ya es la patria”. Y ahora agregaríamos: ya somos una Nación. México consiguió lo que, por ejemplo, la URSS nunca pudo lograr y que por tratar de evitar este anhelo burgués, terminó desintegrándola. Así que, a pesar de nuestras carencias, la sociedad mexicana hoy posee una sólida idea de Patria y de Nación, y un orgullo auténtico de pertenencia a la cultura mexicana.

En esta epopeya, para asegurar la continuidad y permanencia de este patrimonio, patriótico y nacionalista, lo que resultó y resulta inadmisible es la pretensión del partido nacional-revolucionario-institucionalizado de monopolizar el poder y afirmar que es el único capaz de gobernar la Patria Nación Mexicana. El costo de esta idea y su obsesión de ejercer el poder dio al traste con sus mejores propuestas de creación de instituciones, referentes obligados de lo que debería ser un régimen democrático y su respectivo sistema de justicia.

Los rasgos despóticos, corruptores y absolutistas están en el origen  de la descomposición del sistema educativo, del sistema de seguridad social, del sistema de seguridad pública, del sistema productivo del campo, del sistema bancario-financiero, de PEMEX, del IFE y del sistema de justicia. Esos rasgos negativos jugaron las contras a las bases de la organización viviente que son el sistema político y la sociedad mexicana. Desarticularon, al privilegiar el orden, la repetición, el control y el dominio sojuzgador, las actividades de recomienzo y reorganización, de renovación y refuerzo, de comunicación/conexión para la reunión entre sociedad y poder político. Expulsaron de su horizonte la riqueza de la diversidad, la autonomía y la ecología que alimentan los sueños, las estrategias, las reparaciones de injusticias, las restauraciones de proyectos útiles, las representaciones democráticas y la rememoración simbólica de las gestas heroicas como fuente de orgullo para repensar el presente y rediseñar el futuro.

Este es el momento no de recordar la Revolución, sino de impulsar la Re-evolución  de la sociedad mexicana. Sin ella no saldremos del infantilismo político de los actuales dirigentes. Este es un cuento al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez? Porque este no es un cuento. Esto es el subdesarrollo veracruzano y mexicano.








Observador Ciudadano Tu pagina de inicio



Distribución social del infierno

Por Francisco Montfort Guillén

La distribución social del (des)conocimiento nos aporta otra novedad: el secuestro ya no es una actividad profesionalmente sofisticada, realizada por los excluídos y malvados “mochaorejas” y demás perversos sicarios. Ahora, y gracias a la educación superior pública y gratuita, a las subvenciones a las tiernos personajes de la tercera edad, a la informalización de la economía que respalda la “licitación 21” y la monopolización de sectores económicos , de sindicalistas y de espacios comunes y oficios de los “viene-viene”, que son iniciados familiarmente como “apartalugares” en los teatros de audiencias públicas gratuitas, gracias a estas maravillas de las políticas públicas surgidas del remordimiento de conciencia por tantas transas cometidas por nuestros gobernantes, repito, gracias a todos los beneficios que nos otorga el absolutismo mexicano, hoy podemos confirmar con orgullo que la concurrencia en el mercado mexicano se ha consolidado. Y que gracias a la competencia, las abuelitas preparan escamochas; los abuelitos vigilan azoteas y casas vecinas; las hijas sirven de correos humanos; los hijos ayudan a los padres a señalar y “poner a las víctimas” y en otras ocasiones a cortar dedos u orejas mientras los padres planean y ejecutan raptos.

Sí, mexicanas y mexicanos: por fin podemos ofrecer comentarios sobre una nueva actividad productiva mexicana, auténticamente nacional y altamente rentable; una cuasiprofesionalización que servirá para fortalecer la estima nacional y el orgullo mexicano; y que ayuda enormemente a que México alcance sobre el Crimen Organizado el número 136 entre 139 países evaluados por el Word Economic Forum.

Si, se trata de una noticia “verdaderamente impresionante” que demuestra la competitividad (no universitariamente pública, por supuesto) de las familias mexicanas para hacer negocios. En pocas palabras, he aquí el nuevo “milagro económico mexicano”: el plagio, el secuestro, el rapto es un negocio de familias que le ha sido arrebatado en fiera competencia al crimen organizado. Familias sin valores, ni ética ni moral ni oportunidades de mercado que bondadosamente hacen de sus compatriotas simples personas plagiadas.

La actividad se puede denominar (juanmariaalponte.blogspot.com) “Secuestros mutuos a plazos” y el insigne universitario mexicano lo atribuye, centralmente, a un problema de falta de oportunidades de progreso, carencias de empleos y de bajos salarios. El caso es que según el Instituto Mexicano para la Competitividad el costo del delito y la corrupción es nuestro país es muy alto. Significa 1.8% del PIB ($173,852 mdp) distribuido, en orden decreciente, en pérdidas económicas a causa del delito (56%); gasto en hogares en medidas de seguridad (24%); “mordidas” (16%) y gastos en salud (5%). También afecta la productividad (uno de cada dos mexicanos invierten recursos en su seguridad). Aparte del costo del combate, el costo del narco significa 0.61% del PIB (59 mmdp) debido a la violencia, inversiones perdidas, abuso de drogas y otros problemas, como en Ciudad Juárez: 2660 ejecuciones en 2009; 30% de negocios cerrados; 100, 000 empleos perdidos; más de 8 mil homicidios en 2008. Existen en el país secuestros denunciados y no denunciados y nuevos delitos que antes no se clasificaban y que significan 30% de hechos violentos, además de robo parcial de vehículos, extorsión, robo a casa habitación y robo total de vehículo, fraude y secuestro.

En México pocos delitos son denunciados. De los ilícitos cometidos 23% son denunciados, 3% son consignados a un juez y 2% alcanzan sentencias condenatorias. La probabilidad de condena en México es de 1.9%. En Canadá, 5%; en Estados Unidos, 9.1%; en Argentina 12.0%; en Inglaterra, 22.6%.

Los mexicanos desconfían, principalmente, de las autoridades locales. Más del 80% desconfían de la policía judicial ministerial o estatal (80.5%); policía de tránsito (85.0%); policía preventiva local (83.9%); ministerio públicos locales (85.7%). Y en México no se denuncia por tener miedo al agresor (9%). Ni siquiera por desconfianza (11%). No se denuncia porque la distribución social del conocimiento es una entelequia, un fantasma: ¡47% de los ofendidos no denuncian porque lo consideran una pérdida de tiempo y otro 13% por la dificultad y tardanza del MP! El mexicano, sabio, prefiere autodefenderse que creer en la capacidad de las autoridades. Un ejemplo aterrador. En Chihuahua, antes de que tomara posesión, le asesinaron familiares al gobernador. Y ahora lleva el primerísimo lugar en la relación tiempo de gobierno/número de asesinados. Y ahora trae el conflicto de la ex-procuradora y sus vínculos o conflictos con el crimen organizado. ¿Quién es el culpable: Reyes Baeza o Duarte? ¿Los dos son víctimas? ¿De quién y por qué? La vida no vale nada. Lo bueno para nosotros es que Chihuahua nos queda lejos. Muy lejos. Y César Duarte tiene buena relación con Felipe Calderón. ¿Le irá bien a la tierra de Pancho Villa, de Lucha Villa y de José Fuentes Mares? ¡Qué bonita es Chuhuahua!




















Observador Ciudadano Tu pagina de inicio




Veracruz: Tres tragedias: tres

Por Francisco Montfort Guillén

Veracruz vive una profunda crisis de civilización. Las aspiraciones de sus ciudadanos para vivir una mejor vida, individual y colectivamente, no sólo aparecen desordenadas y mal formadas. Sin jerarquías y con imprecisiones, la pretensión de un mejor futuro carece del oxígeno proporcionado por la razonada inteligencia y por el arte de la política. De ahí que concluya un período gubernamental bajo la sombra de la incertidumbre, el espectro de la barbarie y la aniquilación de sus patrimonios por los desastres sociales y las tragedias naturales.

La primera tragedia veracruzana consiste en que sus momentos de esplendor han quedado atrás. Frutos de un modelo estatista y de respaldo federal, los esplendores que anunciaban el florecimiento civilizacional del “rinconcito de patria que sabe sufrir y cantar” quedaron enterrados bajo los escombros de un modelo barrido por los cambios en el funcionamiento del desarrollo nacional e internacional. De esta catástrofe no surgieron las fuerzas internas propias para configurar un sólido mercado interno, con una clase empresarial productiva y poseedora del savoir y savoir faire del modo de desarrollo informacional, sustentado en la creación de conocimientos, de tecnologías y de seres humanos competitivos y productivos.

Predominan, por estas razones, actitudes y discursos con referencias al pasado, una persistente actividad de rescate de tradiciones, un patológico encerramiento intelectual que valora en exceso riquezas naturales o culturales disminuídas ya por la obsolescencia y por el paso del tiempo. Resultan evidentes los rechazos a lo externo y a los riesgos de  la innovación. Existe un  desmesurado temor y gran desconfianza al desorden creativo. Por todas partes reinan la desconfianza hacia las autoridades y éstas prestan poca seguridad a los grupos peticionarios. El parroquialismo ahoga el presente y todo mundo, adora, protege y defiende las rentas como forma privilegiada de acumulación de riquezas. Los hombres de negocios quieren a Veracruz (sus rentas) para los veracruzanos; los grupos corporativos, bases del poder político, defienden a Veracruz (sus rentas, proporcionadas desde el poder) para los veracruzanos; los políticos y funcionarios, de todas las franquicias llamadas partidos, defienden a Veracruz (sus rentas, extraídas mediante canonjías o mordidas) para los veracruzanos.

La segunda tragedia veracruzana es que está dominado, hasta la asfixia, por el pensamiento de derechas. El, los gobiernos, no trabajan para generar riquezas, abundancia, prosperidades. Se conduelen de los pobres, pero los mantienen en esa condición a base de subsidios y pésima calidad escolar. Critican veladamente a los ricos, pero a éstos no les exigen creación de empresas productivas, tecnológicamente competitivas y laboral y salarialmente solidarias y generosas. A los negociantes les otorgan subsidios, canonjías, privilegios sin corresponsabilidad económica, legal, social y ecológica. Someten, a la creación de empleos inestables, temporales y mal remunerados, cualquier consideración de responsabilidad empresarial: para mejorar las condiciones laborales; de protección de accidentes y prevención de la salud; para la redefinición del trabajo femenino (sobre todo de madres trabajadoras) y del trabajo infantil. No ha existido, en los últimos doce años, una sola voz, consideración o medida para sanear los sistemas de salud, de seguridad social y de pensiones que dignifiquen la vida de trabajadores, niños, jóvenes, handicapés y ancianos.

La tercera tragedia veracruzana es holocena. Es el último período que refleja la crisis de fundamentos de nuestra sociedad. El poder político, durante el último sexenio, dió prioridad al orden y a la concentración del poder unipersonal del gobernador. Esta primacía recortó drásticamente los avances que, penosamente y gracias a muchas batallas y esfuerzos, se habían conseguido en la autonomía de las instituciones, en libertades de expresión, de prensa, de acceso a la información y en formación de capital humano.

Fue reforzada una antigua forma de poder. Fue reconstituido un régimen hololigárquico. En un sistema cerrado, que todo abarca, comandado por un pequeño grupo de soberanos. Su reproducción es hologramática. En cada ayuntamiento, en todos los organismos autónomos, en los tres poderes en y cada institución se apropiaron del poder restringidos y privilegiados grupos. Oligarquía de oligarquías: el régimen veracruzano hololigárquico.

Nunca antes, en la historia reciente de Veracruz, se había apelado y hecho efectiva, la restauración del principio de autoridad, de mandato, de dominio absolutista, es decir, sin restricciones legales ni políticas. La idea de que todo el orden era impuesto por el gobernador ocultó sometimientos, humillaciones, sojuzgamientos y explotaciones. El poder perdió su esencia democrática y su génesis ciudadana y, a cambio, se ha ejercido como patrimonio, tradición y herencia.

El pensamiento conservador de Fidel Herrera se ejerció de manera absolutista y provocó la pérdida de la confianza, la destrucción de la estrategia de la inteligencia ciudadana. Todo avance debía ser adjudicado a las acciones personales del ejecutivo, no al funcionamiento correcto de las instituciones. La tragedia política se ha traducido en la implantación férrea de la “simplificación, el maniqueísmo y el exorcismo” porque se ha gobernado con la manipulación como método, fortaleciendo “el error, lo falso y la mentira” con lo cual se anularon las posibilidades de análisis y de juicios críticos. Han sido seis años de gobierno con base en “Palabras Maestras, Principios Místicos y Verdades-Evidencias” favorables a una persona que encarnó el poder, el gobierno, el partido, el pueblo. Persona que se autoasumió como el Padre de Todos los Veracruzanos: orden, soberanía, dominio cuya presencia tutelar y fuerza genitora deja una herencia por encima de la fuerza electora democrática de los ciudadanos veracruzanos. En estas condiciones: ¿es posible generar un cambio democrático? ¿lo intentará el próximo gobernador?




Observador Ciudadano Tu pagina de inicio



Esculpeluquería: estética personal de lo efímero

Por Francisco Montfort Guillén

Su oficio verdadero es el trabajo de la efímera ilusión estética. Su complemento es la del obligado psicoanalista que escucha las peticiones e historias cuya aparente ligereza esconde el drama de la vida.  Su obligación profesional es lograr que la imagen que las personas tienen de sí mismas sea justamente la abstracción de sus virtudes, la potencia de su ilusión convertida en dimensión real de su autoestima. De esta manera consigue que la máquina más compleja y perfecta del mundo, el cerebro humano, se cubra de imaginación gracias al modelaje de las cabelleras.

Primero fueron el peluquero y la cortadora de cabello, oficios propios de la división del trabajo por género. El proceso de la revolución cultural del feminismo y de la estética del descuido y el desarreglo personal de la psicodelia fue creando la fusión de esos oficios en la figura andrógina del estilista. Ahora, hombre o mujer, los estilistas son los sumos sacerdotes del único espacio social al que se le ha concedido el honor de albergar la patafísica de los signos de la seducción: el salón de belleza, que recibe por igual a todos los aspirantes al lucimiento de la fusión masculinofemenino.

En el espectral San Ángel, recuerdo del bucólico provincianismo que alguna vez tuvo la Ciudad de México, oficia en la Avenida de La Paz el misterioso Gerardo Sánchez, en un ambiente totalmente fusionista: entre una construcción arquitectónica de evocación colonial mexicano y aire europerizado, entre restaurantes franceses  (Cluny Crêpes), argentinos, españoles y bares se esconde una pequeña sala de nombre inequívoco: Hair Studio. Stylist. Gerardo muestra que su oficio le otorga sabiduría y que ésta la adquiere con sus manos. Sus dedos le transmiten las posibilidades de la transformación. Con cada cliente crea su fantaisie fusionniste: esculpe y pinta sueños y deseos de los potenciales seductor@s en cabelleras que dejan de serlo para convertirse en virtualidades artísticas e ilusiones amorosas. Durante su proceso creativo descubre, sin preguntar, y con sólo mirar el comportamiento del cabello si su cliente recibe un tratamiento hormonal o le inyectan cortizona. Ha descubierto embarazos que sus clientas desconocen, y mediante mágicas pociones  de chocolate caliente, logra los más perfectos permanets indéfrisables.

Toño es de otra época. Fue el prototipo de la masculinidad que poco se diferenciaba del machismo. Su peluquería fue el templo de los hombres solitarios. Sus instrumentos de trabajo eran rudimentarios. Tijeras, navajas, brochas y unas máquinas manuales que atormentaban nucas y patillas en su afán de lograr la perfección de los “casquetes cortos o largos”, o el socorrido “brush”, o el sofisticado “tapa plana con salpicaderas” y las “castañas recta, cuadrada o redonda”. Contaba, eso sí, con dos auténticos sillones de peluquero, verdaderos tronos que hubiera envidiado el Rey Sol. Y botellas, raras y esbeltas, de todos los colores, que guardaban celosamente pócimas secretas para ser usadas según la sabiduría de Toño, el Maestro Peluquero.

La lámpara de caramelo giratorio identificaba ese rincón de la masculinidad protegido por un desconcertante nombre comercial: Peluquería Tabú. Su ubicación nunca pudo ser más estratégica. De un lado  estaba La serranita de Hidalgo, atendida por una joven de perturbadora belleza. Sara atraía a los clientes para comprar lo que ella quería venderles, no lo que ellos necesitaban y, a cambio, les ofrecía una musical risa y una pícara mirada.

Del otro lado estaba equipamiento militar destructivo más importante que ha tenido México. La Bomba Atómica, verdadero antecedente de la Planta Nuclear de Laguna Verde, que vendía los curados de pulque más extravagantes y alucinantes de todo el país. En ese rincón que guardaba el espíritu auténtico del maguey y se jugaba rentoy, el pulque perturbaba el alma de Los Calicos, hermanos albañiles que a la menor disputa disparaban los misiles nucleares de sus cuchillos.

En la Peluquería Tabú, Toño, practicante del boxeo, aplicaba la infalible estrategia de primero estudiar al rival. Observaba detenidamente a su cliente antes de empezar a peluquearlo. “Hay que hacerlo como Baby Vázquez o Fili Nava-sus ídolos- decía al inicio de cada corte de pelo: primeros rounds para conocer y ya después atacar”. Y mientras ejercía su oficio, uno podía disfrutar de una variedad inagotable de comics, la Revista Ja-Já, el solemne Siempre! Y la renovada y misteriosa revista Box y Lucha que reunía las estrellas de esos deportes, sin faltar la edición diaria del Esto, La Afición y Ovaciones. Toño murió cuando fenecía el mundo de la masculinidad abierta y refinada. Hoy ya no tenemos Tabú ni Bomba Atómica. Ahora Coyoacán  es un espectro para fachosos pseudointelectuales que hicieron de La Guadalupana, cantina con olores y prácticas del Viejo Oeste, con peleas diarias, un desabrido restaurante unisex en donde los más valientes sólo desenfundan libros que les encubren su soledad.




















Observador Ciudadano Tu pagina de inicio


Desilución y Deslegitimación políticas


Por Francisco Montfort Guillén

Nos retiramos del futuro. Nos refugiamos en el pasado. Con la simulación, la justicia electoral, la más Kitsch de las justicias veracruzanas, se consagra como la principal protagonista del rapto de la decisión electiva de los ciudadanos. Sus decisiones representan la desilusión de la memoria, son una ironía fósil de lo que los ciudadanos creen haber vivido pero que, en realidad, sólo percibieron como gag publicitario, como engaño visual. Las condiciones de vida electoral, nunca de vida democrática, propician el sentimentalismo veracruzano del “yo no soy” ciudadano, pero que deciden y perjuran “por ti seré, por ti seré”. El engaño es convertido, por la fuerza de la ley, en arrepentimiento y resentimiento para con la democracia.

La democracia veracruzana ha vivido el muy mexicano “levantón”. No se trata del rapto de las pasiones políticas. Es una parodia del lenguaje narco, una venganza ateniense de la parodia democrática por sí misma. Por esta razón, provoca una desilución radical que fabricará sus propios autosecuestros para esconder sus detritus.

La mediocre distribución social del conocimiento mediocre se enseñorea en la justicia electoral. Las pócimas de Eufrasia, homeopatía naturalista para la ceguera ética y política, apenas permiten a funcionarios y jueces distinguir las siluetas de mujeres y hombres doblegados por la pesada loza de la burla y el engaño que cargan sobre sus hombros.

Sentir vergüenza y expresarla. Reconocer con dificultad que no se impartió justicia sino, apenas, se pudo leer literalmente la redacción de un texto. Renunciar al exámen minucioso y prudente y eludir la responsabilidad de realizar un juicio razonado y ético. Tal vez sentir dolor y presumir de aceptar un sacrificio; y decidir algo le pese a quien le pese. Vivir un sentimiento o dolor interior por ser incapaz de superar ciertos obstáculos y reconocer que le causan molestias sus decisiones. Aceptar que asumió como propias las decisiones de otros a pesar de estar en contra de sus propias convicciones. Reconocer que hizo algo que choca y que está en contra de la voluntad y decisión de millones y millones de votantes. Asumir que hizo algo en contra de sus ideas, convicciones y voluntad.

Si vivió todo esto, entonces es válido exigir al Magistrado Salvador Olimpo las explicaciones del porqué se sumó a la siempre dudosa y sospechosa unanimidad que decidió dar por válido un proceso electoral viciado de origen: cadena de irregularidades procedimentales, de actos ilegales y complicidades. El Magistrado asevera: “en Veracruz se dieron graves hechos y acusaciones que no pudieron ser procesadas… debido a las limitaciones de la ley… Esto lastima y hace impotente e ingrata la labor del juez” (Plumas Libres.com).

A la democracia veracruzana le dieron un “levantón”. Y usted, señor Magistrado Salvador Olimpo, junto con otros jueces del TRIFE, y los del TEEV y los funcionarios del IEV son los encubridores y justificadores de este trato ilegal e ilegitimo a la democracia y a todos los ciudadanos veracruzanos. Desestimaron testimonios por considerarlos ilegales, pero avalaron los actos ilegales cometidos. Desestimaron otros testimoniales porque no alcanzaron los porcentajes de ilegalidades que una permisiva ley, reelaborada a modo, fijó como nivel de corrupción, transas, chapucerías, violaciones, transgresiones, agresiones, desobediencias, faltas, delitos, atropellos, quebrantos, coacciones, intimidaciones, profanaciones, extorsiones y amenazas para anular una elección. Una ley que impide castigar el hecho de corromper un proceso electoral. Sólo acepta sancionar un gran tamaño de corrupción. Cuestión cuantitativa, no de legalidad y ética.

María del Carmen Alanís y sus subalternos renunciaron a vivir el drama ético de la justicia: reparar el daño a la sociedad, y aceptar los costos generados por su decisión. ¿Acaso no bastaría una sola de estas reiteradas conductas para exigir la repetición de una elección? ¿Con qué alcoholímetro electoral se mide el nivel de intoxicación y permisividad antiética y antimoral? Actuaron como jueces sin la inteligencia y sensibilidad política suficientes para no entender que su papel no es el de defensor de candidatos o de leyes, sino el de defender el bien supremo que es el de la libertad ciudadana de elegir ¿Con qué aparato de medición se puede calcular el número o porcentaje de irregularidades, es decir de daños que causaron a la libertad de elección, es decir, a la democracia, es decir a los ciudadanos la guerra sucia entre todos los candidatos, la inequidad en los gastos, la incompetencia del IEV y del TEEV, el control de la prensa, la compra de voluntades, la utilización del Aparato gubernamental con fines electorales, la traición del partido casi vencedor a sus electores y a la democracia? ¿Con qué aparato de precisión midieron con rigor la presunta reimpresión clandestina de papelería electoral y la incompetente ¿o cómplice? actuación del órgano electoral? La sociedad veracruzana no quería, ni acepta, premiar o privilegiar a un candidato en particular, si no era a través del voto libre. Con este proceso electoral, aunque exista ya un candidato legalmente triunfante, perdió la sociedad veracruzana porque fue deslegitimada su participación, porque fue ofendida su honorabilidad. Ningún candidato, ni D. Delgado, ni J. Duarte, ni M. A. Yunes merecen, como personas ni como ciudadanos, el trato que recibieron durante el proceso electoral, ni el trato que les dieron los jueces. Es mentira que sobre la base de un proceso electoral tan sucio, sea posible, a posteriori, legitimar políticamente al vencedor. Basta recordar el caso de Carlos Salinas de Gortari.

La herencia de este sexenio es la quiebra moral de la política y el desfondamiento ético de las instituciones. Evitar su profundización y la imparable bancarrota del próximo gobierno era el bien supremo a tutelar, a proteger, a cuidar. Ni Delgado ni Yunes merecían la humillación de la declaración de impotencia y complicidad del Magistrado Salvador Olimpo, que reconociendo la ilegalidad del proceso, votó junto con los otros magistrados mediante una sospechosa y obtusa unanimidad. Tampoco merecía esta situación el candidato a quien declararon victorioso. Javier Duarte, si ganó, merecía una victoria sin sospechas. Un triunfo por mayoría hubiera sido más creíble y hubiera generado una revitalizante controversia y un enriquecedor debate en lugar de las nuevas y abrumadoras descalificaciones en contra de los oponentes, vertidas por oficiosos defensores y pseudoperiodistas que con sus gritos silencian el espacio público. En esas condiciones, Javier Duarte pudo haber ofrecido sinceramente su mano a los votantes de los otros candidatos. Para los veracruzanos que votaron, la descalificación en contra de los oponentes y la unanimidad de los jueces torna el gesto de la mano extendida del triunfador, en una invitación copular de sumisión de los otros candidatos, en una invitación para celebrar un nuevo pacto de canonjías y prebendas, que hace recordar la mano extendida de Gustavo Díaz Ordaz a los estudiantes: un acto vacío porque la colaboración en democracia se hace con la ciudadanía, mediante el diálogo racional y en el espacio público. Esto último es lo que requiere la reconstrucción moral y cultural de Veracruz. Y en este esfuerzo nadie debe ni puede ser excluido ni autoexcluirse.


















Suscríbete a nuestro Sistema Informativo,

Envia un mail con la palabra SUSCRIPCION,

(Suscribete aquí) Recibirás la información mas relevante de los acontecimientos que harán historia y tu podrás enterarte antes que nadie.